domingo, 30 de mayo de 2010

De Juan Gustavo Cobo Borda. El exilio y el reino.

Los exiliados hablan de su país
como si este todavía existiese.
Se olvidan, sin embargo,
de que al subir al avión
el país se convierte
en un poco de ironía
y persistentes recuerdos.
Podrán volver, es cierto,
pero el país será diferente.
Los exiliados continúan hablando de su país
y el país, a espaldas suyas, crece.
Les reserva, en todo caso,
seis pies de tierra
para su definitivo regreso.
Juan Gustavo Cobo Borda. Bogotá, Colombia, 1948.
Fotografía: Mauricio Ramírez. Atardecer en Barranquilla, Colombia.

Auto-examen. Por Bertha C. Ramos.

http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/A/autoexamen/autoexamen.asp?CodSeccion=52

sábado, 29 de mayo de 2010

Colombia, mayo 30 de 2010.


De Eduardo Galeano. La desmemoria/2. El miedo.

La desmemoria/2
El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ignorancia; el miedo de hacer nos reduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria.
El miedo
Una mañana, nos regalaron un conejo de Indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula.
Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad.

jueves, 27 de mayo de 2010

De Tasos Livaditis. Aquello.

Hay horas, en que de repente te inunda por entero
la nostalgia de lo inexpresable -igual que el recuerdo
indefinido y opaco del sabor de un fruto
que alguna vez comiste, hace años, cuando eras niño,
un día lejano, soleado- y quieres recordar
y se te escapa. Tus ojos
se llenan entonces de un matorral de tiempos infantiles perdidos.
Y a lo mejor de lágrimas.

Por esto, les digo, créanle siempre a un hombre que llora.
Es el instante en que su mano les extiende
amordazado y enorme
Aquello que nunca habrá de decir.

viernes, 21 de mayo de 2010

Haiku. Jekigodô

Una vez más
me he vuelto a quedar solo
y llueve en mayo.
Jekigodô

miércoles, 19 de mayo de 2010

De Bertha C. Ramos. Presidente y Primera Dama.


Presidente y Primera Dama. Dos cosas tienen nervioso al Presidente de la República: que es un hombre muy bajito, y que todas las mañanas le gotea café con leche en la solapa del vestido. Para él, que admira la escrupulosa perfección del universo, esas son chapucerías que lo sacan de casillas, y se deprime y se pone nuevamente la piyama, y se sienta en el inodoro a comer pistachos verdes mezclados con nueces de macadamia.
La Primera Dama, acérrima defensora de la lúdica, lo alienta a que se distraiga practicando el tiro al blanco. Al Presidente le crujen las mandíbulas. Se sienta a jugar con él al ajedrez. Al Presidente las sienes le palpitan. Le despliega los tableros artillados de la Batalla Naval. Al Presidente la cara se le estira. Le saca de la gaveta del nochero el monopolio. El Presidente se alegra. Porque siempre en ese juego es ganador el Presidente. Entonces vuelve a ponerse el vestido entero y regresa al palacio presidencial a trabajar. Lo raro es que cuando él sale de esos trances mira a la Primera Dama como si fuera una bárbara. A ella, acérrima defensora de la lúdica.

CuentosdeBCRamos. De Hombre Macho y Mujer Hembra con cierta dificultad para entenderse.

De Eleni Vakaló. Educación vegetal.

La educación de las plantas es distinta a la de los hombres.
Que no se mueven que no se suicidan
No es la única diferencia
Las plantas son permanentemente revolucionarias
Bastaría pensar cómo crecen en las noches de luna

lunes, 17 de mayo de 2010

Del monje Ryokan.

Si alguien pregunta dónde vivo,
contesto:
"Al costado oriente de la vía láctea".
Como una nube a la deriva,
sujeto a nada:
simplemente me dejo ir
entregándome
al capricho del viento.

jueves, 13 de mayo de 2010

Haiku. De Guekkio.

Todos los años
sufro distinto al ver
irse la primavera.
                      Guekkio.

De Harold Alvarado. De la aristocracia.



De la aristocracia
Queda todo:
La buena voluntad,
El amor al prójimo,
Las buenas maneras
Y el calor humano.
Nosotros, los siervos,
Nos complacemos
En copiar.

Harold Alvarado Tenorio, Colombia 1945. De Espejo de máscaras.
Goya, De la serie Los Caprichos. Tal para cual.

martes, 11 de mayo de 2010

De Yves Bonnefoy. Siempre la misma voz.

Soy como el pan que partirás,
Como el fuego que harás, como el agua pura
Que te acompañará en la tierra de los muertos.
Como la espuma
Que maduró la luz y el puerto para ti.
Como el pájaro de la noche que aleja a las orillas,
Como el viento de la noche súbitamente más brusco y frío.
Yves Bonnefoy. Tours, Francia, 1923.
Traducción de Alejandra Pizarnik e Ivonne Bordelois.

lunes, 10 de mayo de 2010

De Hilda Doolittle. El viento nunca más.

El viento nunca más
te abrigará,
la lluvia nunca más.

Ya nunca más
te encontraremos luminoso
en la nieve y el viento.

La nieve se deshace,
la nieve nunca más,
y tú te alejas:

Como un ave que vuela de la mano
como una luz que surge
del corazón,
tú has partido.
Hilda Doolittle, 1886-1961
Traducción de David Huerta.

Guayasamín. Maternidad.

Oswaldo Guayasamín, Maternidad. Óleo sobre lienzo.
"En mis sueños, la forma de mi madre aparece por la mañana y por la noche en la niebla distante que rodea la isla Sado".  Ryokan.

De Ryokan. Poemas Zen.

De noche, en la profundidad de las montañas,
me siento a meditar.
Los asuntos de los hombres no llegan hasta aquí:
todas las cosas están quietas y vacías,
todo el incienso se lo tragó la noche interminable.
Mi túnica se ha convertido en un vestido de rocío.
Insomne, camino hacia el bosque...
De repente, sobre el pico más alto, aparece la luna.
Ryokan, poeta Zen. De Gotas de rocío sobre una hoja de loto.

jueves, 6 de mayo de 2010

Haiku. Bashô.

A la intemperie,
se va filtrando el viento
hasta mi alma.
Bashô

lunes, 3 de mayo de 2010

De ELENI VAKALÓ. El ojo de mi padre.

  

                              Mi padre tenía un ojo de vidrio.
                              Los domingos cuando estaba en casa, sacaba de su bolsillo
                              varios ojos, los lustraba con el borde de la manga y
                              llamaba a mi madre para que eligiera. Mi madre reía.
                              Por las mañanas mi padre estaba contento. Jugaba con el
                              ojo en su palma antes de ponérselo y decía que era
                              un buen ojo. Pero yo no lo quería creer.
                              Me ponía un chal oscuro sobre los hombros como si tuviera
                              frío y espiaba. Un día por fin lo vi llorar. No había
                              ninguna diferencia con un ojo verdadero.
                                   ELENI VAKALÓ, Grecia, 1921
                                   M.C. Escher, Ojo.
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